09 noviembre 2006

Las dos ciudades





La vida me tomó en sus alas y me condujo a la cumbre del Monte de la Juventud. Después me señaló a su espalda y me invitó a que mirase hacia allá. Ante mis ojos se extendía una ciudad extraña, de la cual emergía una humareda oscura de múltiples matices, que se movían lentamente como fantasmas. Una tenue nube ocultaba casi completamente la ciudad de mi vista.
Tras un momento de silencio, exclamé:
-¿Qué es lo que estoy viendo, Vida?
Y la Vida me contestó:
—Es la Ciudad del Pasado. Mira y reflexiona.
Contemplé aquel escenario maravilloso y distinguí numerosos objetos y perspectivas: atrios erigidos para la acción, que se erguían como gigantes bajo las alas del Sueño; templos del Habla, en torno a los cuales rondaban espíritus que lloraban desesperados o entonaban cánticos de esperanzas. Vi iglesias construidas por la fe y destruidas por la Duda. Divisé minaretes del Pensamiento, cuyas espiras emergían como brazos levantados de mendigos; vi avenidas de Deseo que se prolongaban como río a lo largo de los valles; almacenes de secretos custodiados por centinelas de la Ocultación, y saqueados por ladrones de la Revelación; torres poderosas erigidas por el Valor y demolidas por el Miedo; santuarios de Sueños embellecidos por el Letargo y destruidos por la Vigilia; débiles cabañas habitadas por la Fragilidad; mezquitas de Soledad y Abnegación; instituciones de enseñanza iluminadas por la Inteligencia y oscurecidas por la Ignorancia; tabernas del Amor, en que se emborrachaban. los enamorados, y el Despojo se mofaba de ellos; teatros en cuyos tablados la Vida desarrollaba su comedia, y la Muerte ponía el colofón a las tragedias de la Vida.
Tal es la llamada Ciudad del pasado —aparentemente muy lejos, pero en realidad, muy cerca— visible apenas a través de los crespones tenebrosos de las nubes.
Entonces la Vida me hizo una señal, mientras me decía:
—Sígueme. Nos hemos detenido demasiado aquí
Y yo le contesté:
—¿A dónde vamos, Vida?
Y la Vida me dijo:
—Vamos a la Ciudad del Futuro.
Y yo repuse:
—Ten piedad de mí, Vida. Estoy cansado, tengo los pies doloridos y la fuerza me abandona.
Pero la Vida insistió:
—Adelante, amigo mío. Detenerse es cobardía. Quedarse para siempre contemplando la Ciudad del Pasado es Locura. Mira, la Ciudad del Futuro está ya a la vista... invitándonos.
Gibrán Jalil Gibrán (Líbano, 1883-1931)

4 Comments:

Blogger Ana said...

Bello, bello Jen. Este cuento de colores con bellas notas bailando alrededor me ha hecho pensar.

10 noviembre, 2006 10:23  
Blogger pon said...

Recuerdo un verso del mismo autor que me impresionó mucho hace años:

"Amigo mío, tú no eres mi amigo, pero ¿cómo hacértelo comprender?.
Mi camino no es tu camino; sin embargo, caminamos juntos,
con las manos unidas".

La Vida, de ida y de vuelta, siempre alrededor.

10 noviembre, 2006 20:22  
Blogger Juan Carlos said...

Y sin embargo uno a veces se resiste, sin reflexionar que estos momentos que uno está viviendo también formarán parte del pasado. Hay que seguir, por maravilloso que haya sido el ayer ...
Un abrazo de verdad sincero, me da gusto visitar tu espacio.

12 noviembre, 2006 22:34  
Blogger Max said...

Jorge, que cuento tan verdadero. Seguir...sí.

15 noviembre, 2006 13:22  

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