10 octubre 2006

El hilo de la fábula



"El hilo que la mano de Ariadna dejó en la mano de Teseo (en la otra estaba la espada) para que éste se ahondara en el laberinto y descubriera el centro, el hombre con cabeza de toro, o, como quiere Dante, el toro con cabeza de hombre, y le diera muerte y pudiera, ya ejecutada la proeza, destejer las redes de piedra y volver a ella, a su amor.

Las cosas ocurrieron así. Teseo no podía saber que del otro lado del laberinto estaba el otro laberinto, el del tiempo, y que en algún lugar prefijado estaba Medea.

El hilo se ha perdido; el laberinto se ha perdido también. Ahora ni siquiera sabemos si nos rodea un laberinto, un secreto cosmos, o un caos azaroso. Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo; acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad. "

Cnossos, 1984.


(Jorge Luis Borges, Los conjurados)
(Escultura en madera de Chad Awalt, Theseus)
Ahora que acabo de poner la foto, me doy cuenta que la superficie de la madera es un laberinto más; igual que un cuerpo cubierto de palabras formando historias y poemas, o como la piel de una roca, con sus aristas rugosas sin fin, o el tapiz de texturas visto desde el cielo...
Enseño laberintos (los que veo), los que encuentro en éste otro grande, situado en ninguna parte y en todas, y perdido en él juego a crear otros nuevos con la Palabra, juntando letras, cogiendo las que otros dejaron para los demás...
Ariadna busca a Teseo, y mientras lo hace, no se da cuenta que va dejando un rastro de huellas tras de sí... Esas huellas, impresas en forma de trazos, sonidos e imágenes, trataré de que me lleven a algún lugar...
Pero no preguntaré cuál.
Ya dijo Kavafis que no se trata de llegar antes a Ítaca, si no de vivir el viaje.
Hay que escuadriñar bien las estancias por las que pasemos mientros buscamos la salida. Las habitaciones parecen vacías, pero en cualquier recoveco puede aparecer algo que no esperábamos, y que sólo por ello ya haya valido la pena el habernos perdido. Si encontráis algún cenicero o papelera, rebuscad; si en algún salón véis restos en alguna chimenea, mancháos las manos entre la ceniza; a veces, entre lo que los demás algún día desecharon, puede haber alguna perla escondida...
De vez en cuando, mirad al cielo; el Sol, la Luna o las estrellas no son las mismas aquí que en aquel recodo (mienten aquellos que afirman lo contrario; ilusos).
Pero, sobre todo, sed conscientes de que cada centímetro, cada recodo de este inmenso laberinto es único; incluso cuando paséis dos o más veces por el mismo pasillo, veréis que ya no es el mismo que la última vez que lo pisásteis...

5 Comments:

Blogger pon said...

Buscaré las perlas, escudriñaré cada milímetro de las paredes; palparé cada curva, cada recta, la forma de cada letra grabada en la piedra. Pero cuando un resplandor me diga que puede ser la salida, daré la vuelta y tomaré otro camino. Y seguiré encontrando tesoros en este laberinto de belleza.

11 octubre, 2006 13:00  
Anonymous Anónimo said...

Claro el camino, no importa el llegar o no llegar. En el camino es donde nos vemos, yo misma o tú y yo. Sea claro o laberíntico hay que recorrerlo, ahí es donde estoy yo.

11 octubre, 2006 19:07  
Anonymous Anónimo said...

Muy buna reflexión, me ha gustado leerte, me has hecho pensar el algunas cosillas que tenía olvidadas. Gracias.

16 octubre, 2006 21:50  
Blogger pon said...

¿Y si tiro del hilo?.

18 octubre, 2006 12:18  
Anonymous Anónimo said...

Yo tiraría un poquito a ver si responde Jen.
Suavecito sin tensar.

19 octubre, 2006 20:30  

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